Hambrientos, luchan por conseguir una posición mejor en la fila de una gacha acuosa que se sirve tras la parte trasera de un camión. Para los haitianos desplazados, ésta es la vida cotidiana: Una lucha permanente para sobrevivir, a pocas cuadras de los vecindarios en los que las pandillas masacran a civiles e incendian casas.
Durante los últimos meses, la violencia en el capitalino Puerto Príncipe se ha disparado, mientras las bandas criminales rivales luchan entre sí, o con la policía por el control de las calles. 18 mil personas han tenido que abandonar sus hogares desde junio. Se teme que la inestabilidad política cada vez más profunda tras el asesinato del presidente Jovenel Moise alimente aún más el crimen de pandillas
Haití tiene una de las tasas de policía per cápita más bajas del mundo y su fuerza policial está mal equipada, a pesar de los esfuerzos en curso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para fortalecerla.
Debido a la violencia, varias ONG humanitarias han cancelado sus ayudas. Además, los precios de los alimentos y combustibles están aumentando. La ONU cree que todo esto es la punta del iceberg. Y que la situación se empeorará en el futuro.
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