En Sídney, los indignados rechazaban la política del Gobierno australiano de enviar a cualquier persona que intente ingresar al país por mar a campos de detención en la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, o la de Nauru, en el Pacífico. Los australianos creen que su país ha perdido el alma al tratar así a los refugiados.
Los manifestantes conmemoraron el quinto aniversario de la puesta en marcha de la polémica política acordada en 2013 con varios países del Pacífico. Desde entonces, Australia ha insistido en que cualquier persona que llegue en bote al país no tiene ninguna posibilidad de instalarse en su territorio.
Desde julio de 2013, una decena de personas han perdido la vida, tanto en Nauru como en Manus, mientras unos 1600 permanecen en las islas en una situación calificada como “equivalente a la tortura” por Amnistía Internacional (AI), debido a los malos tratos ejercidos contra los refugiados.
Mientras tanto, Canberra dice que su política impide que las personas realicen engañosos viajes marítimos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros grupos defensores de derechos humanos lo critican por dar la espalda a las personas vulnerables.
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