El aparato fue lanzado a las 9:43 hora local (01:43 GMT) por el cohete transportador “Larga Marcha 3B” desde la base de Xichang, en la provincia suroccidental de Sichuan, según las imágenes retransmitidas por la televisión estatal de China.
El satélite, que entró en órbita con éxito 25 minutos después, completará la red de 35 aparatos de la tercera generación (BDS-3) del sistema Beidou (Osa Mayor, en chino), que el país asiático impulsó en 2015 para poder ofrecer una cobertura global de posicionamiento.
La construcción del BDS comenzó hace dos décadas. Desde entonces el gigante asiático ha buscado conseguir su autosuficiencia en el sistema de geolocalización e independizarse del GPS de su rival estadounidense.
Con el Beidou-3, el sistema alcanzaría una cobertura global este año y estaría listo para proporcionar una alternativa a los otros tres existentes en la actualidad: el GPS estadounidense, el Galileo europeo y el GLONASS ruso.
Con el avanzado Beidou-3, el gigante asiático ha dado un paso más para convertirse en una importante potencia espacial, sobre todo porque el sistema ofrece una cobertura más completa de posicionamiento que el GPS debido a contar con 35 satélites en comparación con los 31 del sistema estadounidense.
Expertos norteamericanos han reconocido que el Beidou ha mejorado la precisión de la geolocalización, además de que ayudará a los militares chinos a mantenerse en línea en caso de un conflicto con EE.UU.
Los avances tecnológicos de China y su aliado ruso en el espacio le han preocupado a Washington. La Administración estadounidense, presidida por Donald Trump, considera a China y Rusia dos principales “desafíos a la seguridad (de EE.UU.) en el espacio” y teme que sus tecnologías podrían acabar con la preeminencia de la posición del país norteamericano en el sector espacial.
Por esta misma razón, la Casa Blanca ratificó, en mayo de 2018, la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés), que crea la Fuerza Espacial, una nueva rama de las Fuerzas Aéreas de EE.UU., con el objetivo de “tener dominio sobre el espacio”, pero con los ojos puestos, particularmente, en China y Rusia.
China ha rechazado la iniciativa estadounidense de crear una fuerza espacial, por considerar que la Administración Trump quiere convertir el espacio en un nuevo campo de batalla.
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