“Irán tiene todo el derecho de desarrollar un programa de misiles para garantizar su propia seguridad, es un derecho indiscutible de la República Islámica”, ha hecho énfasis hoy miércoles el vicecanciller ruso Serguéi Riabkov.
El diplomático, también ha aseverado que “en ningún caso” es posible que el programa de misiles de Irán se agregue al Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en ingles), rubricado entre Irán y el Grupo 5+1, compuesto por EE.UU., el Reino Unidos, Francia, Rusia y China, más Alemania, antes de la salida unilateral del país norteamericano en 2018, que desde entonces ha recurrido a un régimen de duras sanciones contra Teherán para obligarlo a renegociar el pacto.
“Ni hablar se puede de la posibilidad de introducir algunos elementos adicionales en el aún existente pacto nuclear”, ha declarado Riabkov.
En alusión a la decisión de la troika europea —el Reino Unido, Francia y Alemania— de activar el mecanismo de solución de disputas, establecido en el pacto nuclear, el funcionario ruso ha advertido del colapso completo de PIAC y ha calificado la medida de “un paso destructivo” que reduce significativamente la posibilidad de preservar el acuerdo.
Los firmantes europeos del acuerdo decidieron ayer martes lanzar dicho mecanismo que en el transcurso de unos meses puede causar el regreso de las sanciones internacionales contra Irán.
La triada europea acusa a Irán de seguir “violando las restricciones clave fijadas por el acuerdo nuclear” después de que Teherán diera, el 5 de enero de este año en curso, el quinto y último paso en el proceso de reducir sus compromisos nucleares debido al incumplimiento de Europa de los suyos y su postura pasiva ante las sanciones ilegales que EE.UU. sigue imponiendo contra Irán tras su salida del pacto.
Las autoridades iraníes, que rechazan las acusaciones formuladas por EE.UU. y Europa, han dejado en claro que Washington no puede negociar con Teherán olvidando sus líneas rojas, como su seguridad nacional ante amenazas hostiles.
Irán, como una señal de su firmeza ante las prioridades que tiene, atacó el 8 de enero con misiles tierra-tierra la base aérea estadounidense Ain Al-Asad, ubicada en la provincia occidental iraquí de Al-Anbar y utilizada por las tropas norteamericanas desde la invasión de Irak en 2003, y otra en Erbil, capital de la región del Kurdistán iraquí, causando grandes bajas en estos aeródromos.
Este ataque se llevó a cabo en represalia por el asesinato del comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), el teniente general Qasem Soleimani, que junto a sus compañeros militares, cayó mártir el 3 de enero en las inmediaciones del aeropuerto internacional de Bagdad, la capital iraquí, en un ataque aéreo ordenado por el presidente de EE.UU., Donald Trump.
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