Por primera vez en ocho años, el Líder de la Revolución Islámica de Irán ofició el rezo del viernes en el que abordó importantes asuntos internos, del oeste de Asia y del mundo, en momentos en que ha escalado la tensión por acciones de Washington.
“Esta reunión es una espina en los ojos de Trump y los enemigos de la República Islámica de Irán”, subrayó una persona de las decenas de miles que asistieron a dicha ceremonia.
En una parte de sus sermones, el Líder iraní abordó dos importantes sucesos en torno a Irán: el asesinato del teniente general Qasem Soleimani por EE.UU. y el ataque de represalia del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) contra dos bases militares estadounidenses en Irak.
La madrugada del viernes 3 de enero, el teniente general Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del CGRI de Irán, y el subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Muhandis, junto a varios de sus compañeros, cayeron mártires en un ataque aéreo lanzado por EE.UU. contra los vehículos en los que viajaban cerca del Aeropuerto Internacional de Bagdad (capital iraquí).
En referencia al ataque terrorista de EE.UU. que acabó con la vida de Soleimani, el ayatolá Jamenei remarcó: “ellos (los estadounidenses) asesinaron a uno de los comandantes más conocidos y más poderosos en la lucha contra el terrorismo (...) No lo enfrentaron en un campo de batalla, sino que, el Gobierno de EE.UU. lo asesinó de forma cobarde y terrorista y luego lo confesó, esto trajo como resultado la vergüenza para Estados Unidos”, repudió el Líder.
En respuesta al atentado estadounidense, el 8 de enero, el CGRI de Irán atacó con misiles dos sitios estadounidenses en Irak: la base aérea Ain Al-Asad, en la provincia occidental de Al-Anbar, y otra en Erbil, capital de la región del Kurdistán iraquí.
En su alocución, el ayatolá Jamenei puso de relieve que “el ataque fue un golpe militar, pero lo más importante es que fue un golpe al prestigio y a la imagen de superpotencia de Estados Unidos”.
A pesar de que Estados Unidos había puesto en estado de máxima alerta sus sistemas antiaéreos, estos aparatos, de los que se jacta mucho Washington, no lograron interceptar ni un solo misil iraní.
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