Por: Xavier Cillar
Según un artículo publicado por Türkiye Gazetesi, generales del Cuerpo de Guardianes de la Revolución islámica (CGRI) de Irán y ex altos mandos del gobierno de Bashar al-Asad habrían mantenido una reunión secreta en Nayaf, Irak, para discutir un golpe de Estado contra Damasco. Aunque el artículo no cita fuentes específicas, se asegura que el plan involucraría a grupos terroristas como el PKK y Daesh, así como las Unidades de Movilización Popular (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe) de Irak y el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), con el objetivo de desestabilizar el gobierno sirio, actualmente liderado por el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Además, se afirmaba que Teherán planeaba atentar contra la vida de Abu Mohammad al-Golani, líder del gobierno de transición en Siria.
Acusaciones similares aparecieron en la prensa turca hace unos meses, sobre una supuesta reunión secreta entre funcionarios iraníes y miembros del PKK, considerado un grupo terrorista por Ankara. Según fuentes turcas no confirmadas, la reunión habría tenido lugar en un mercado iraquí, donde el PKK solicitó 2000 drones kamikazes. Se indicó que Esmail Qaani, comandante de la Fuerza Quds del CGRI, estuvo presente y que Irán aceptó suministrar 1500 drones para su entrega al norte de Irak, aunque el envío fue cancelado debido a la vigilancia turca. Una fuente de seguridad iraní desmintió estas acusaciones, calificándolas de “pura fantasía” y sugiriendo que el informe podría formar parte de una campaña de desinformación orquestada por Israel para socavar las relaciones de Irán con sus vecinos y generar tensiones en la región.
Este tipo de campañas de desinformación, que parecen beneficiar los intereses israelíes, deben entenderse en el contexto de la lucha por la hegemonía regional de Turquía. Como han señalado analistas iraníes, el uso de Daesh por parte de Ankara como instrumento geopolítico está documentado. Turquía aprovechó el territorio bajo su control para permitir el traslado de fuerzas de Daesh hacia Siria e Irak, mientras que simultáneamente emprendía una feroz represión contra los grupos kurdos. Uno de los aspectos más reveladores de la relación entre Turquía y Daesh fue el comercio masivo de petróleo entre Ankara y el grupo terrorista, con miles de barriles de petróleo transportados a Turquía desde las zonas ocupadas por Daesh en Siria e Irak, para su posterior venta en mercados internacionales.
A pesar de no adoptar una postura clara contra Daesh, Turquía también brindó apoyo militar y logístico a otros grupos takfiríes, como Hayat Tahrir al-Sham (anteriormente Frente Al-Nusra), que recibieron respaldo de inteligencia turca. Según fuentes de seguridad iraníes, existen evidencias de que Ankara ha intentado trasladar a elementos de Daesh y otros grupos takfiríes desde Siria hacia las regiones orientales de Irán, así como a países vecinos como Afganistán y Azerbaiyán, en un intento por generar inseguridad en las fronteras iraníes y ejercer presión política. Es significativo que Daesh y otros grupos takfiríes nunca hayan tenido enfrentamientos directos con Turquía, lo que subraya la relación estratégica de convivencia entre Ankara y estos grupos, utilizados como herramientas para avanzar en sus propios intereses.
Desde la perspectiva iraní, la campaña de desinformación de los medios turcos tiene como principal objetivo garantizar la hegemonía de Turquía en la región a expensas de Teherán. Con la caída de Al-Asad en Siria como un objetivo explícito de Turquía, Ankara ve una nueva oportunidad para aumentar su influencia en la región. En este sentido, se sabe que Turquía está considerando construir bases militares en Siria y ofrecer entrenamiento y armamento al ejército del país. Además, se contempla el despliegue de hasta 50 aviones de combate F-16 como fuerza aérea temporal en Siria.
En un contexto más amplio, Turquía, como rival regional de Irán, podría consolidar y expandir significativamente su poder a través de sus grupos aliados en Siria, como el autodenominado Ejército Nacional Sirio y Hayat Tahrir al-Sham. Este escenario no solo pone de relieve la competencia geopolítica entre ambos países, sino también las estrategias empleadas por Turquía para proyectar su influencia, mientras que Irán sigue jugando un papel clave en la región.
Con la eliminación de Bashar al-Asad, Ankara se encuentra ante una coyuntura histórica que podría redefinir su influencia en el Medio Oriente. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan busca capitalizar esta oportunidad para consolidar su posición regional y avanzar en su estrategia geopolítica, con un enfoque claro en el pulso que mantiene con Irán. En este contexto, Turquía ve en la caída de Al-Asad no solo un cambio en la dinámica política siria, sino también una vía para aumentar su poder de influencia sobre los actores clave de la región.
Hasta ahora, la política turca en Siria ha girado en torno a tres ejes fundamentales. El primero es neutralizar la amenaza que representan las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), un grupo apoyado por Estados Unidos y compuesto principalmente por facciones vinculadas al PKK, un grupo considerado terrorista por Ankara. El segundo eje se centra en facilitar el retorno de los más de tres millones de refugiados sirios que residen en Turquía, cuya presencia ha generado tensiones económicas y sociales en el país. Finalmente, Turquía busca reafirmar su liderazgo en la competencia regional, asegurando su influencia en un equilibrio de poder donde Rusia e Irán han jugado históricamente un papel preponderante.
El gobierno turco parece satisfecho con los recientes cambios en Siria y está haciendo esfuerzos por desempeñar un papel central en la reconstrucción y la transición política del país. Mediante una diplomacia activa, Turquía busca consolidarse como un actor clave en el futuro de Siria, impulsada por la nostalgia otomana y una visión de restaurar su influencia histórica en la región. Sin embargo, estos esfuerzos no han pasado desapercibidos, y actores regionales como Irán han expresado su preocupación por la creciente injerencia turca.
Erdogan y otros altos funcionarios turcos han adoptado una estrategia explícita para limitar la influencia de Irán en la región, posicionando a Ankara como el principal competidor de Teherán en la lucha por la hegemonía regional. En este marco, las recientes informaciones sobre intentos iraníes de desestabilizar Siria, junto con los rumores sobre una supuesta reunión secreta entre altos mandos militares iraníes y miembros del PKK, que fueron desmentidos por Irán, forman parte de una táctica más amplia de manipulación por parte de Turquía. Esta estrategia tiene como objetivo erosionar la imagen de Irán y debilitar su posicionamiento en el escenario regional, sembrando desconfianza en la comunidad internacional sobre las intenciones de Teherán.
En este contexto, surge la pregunta: ¿cuáles son las “cartas de juego” de Irán frente a las políticas expansionistas de Turquía? ¿Cómo puede Irán moderar las ambiciones de Erdogan y sus aliados políticos? Existen tres factores clave que podrían responder a estas interrogantes.
1. La relación de Irán con la industria turística de Turquía
A lo largo de los años, los turistas iraníes han sido uno de los grupos más numerosos de visitantes extranjeros en Turquía. Además, Irán ha realizado inversiones significativas en la economía turca, especialmente en el sector inmobiliario, lo que otorga a Teherán una palanca económica de considerable peso en sus negociaciones con Ankara. Diversos informes sugieren que millones de dólares provenientes de Irán ingresan a Turquía anualmente, principalmente a través del turismo y las inversiones. Este flujo de capital representa una fuente clave de ingresos para Turquía y le otorga a Irán una influencia importante sobre la economía turca. Cualquier disminución o eliminación de este factor sería un golpe considerable para el gobierno de Erdoğan, que podría enfrentar serias dificultades económicas. La relevancia de esta herramienta se pone aún más de manifiesto considerando que la economía turca ha experimentado fluctuaciones considerables en los últimos años. Si la afluencia de turistas e inversores extranjeros se redujera nuevamente, esto podría generar desafíos aún más profundos para Turquía, una situación que Ankara tiene muy presente al gestionar sus relaciones con Irán.
2. Irán e influencia entre la población aleví de Turquía
La población aleví de Turquía, también conocida como alevíes anatolios, constituye uno de los grupos étnicos y religiosos más relevantes del país y mantiene históricamente sentimientos cercanos hacia Irán. Se estima que la población aleví oscila entre 18 y 25 millones de personas, lo que representa alrededor del 30 % de la población total de Turquía. Los lazos ideológicos y religiosos que comparten los alevíes turcos con Irán ofrecen una base sólida para que Teherán ejerza su influencia dentro del país. Parte de la población aleví, especialmente aquellos que critican las políticas de Erdoğan y sus aliados, ve en Irán un aliado potencial, lo que abre nuevas oportunidades para que el régimen iraní amplíe su influencia entre este sector de la sociedad turca. Este es un tema sensible para el gobierno turco, que ha mostrado preocupación por las posibles repercusiones políticas de estos lazos. Además, la situación actual en Siria y el rol clave de Turquía en los eventos que han afectado negativamente a la posición de los alevíes sirios podrían incidir directamente en la dinámica interna de la comunidad aleví en Turquía. Si la comunidad aleví turca se siente más vinculada a los alevíes sirios y a Irán, esto podría reforzar las conexiones culturales y políticas entre ambos lados. A largo plazo, la capacidad de Irán para influir en la población aleví de Turquía representa un desafío considerable para el gobierno turco. En este contexto, la influencia política y cultural de Irán sobre este grupo podría convertirse en una ventaja estratégica significativa para Teherán en su relación con Ankara y en sus esfuerzos por consolidar su posición en el juego geopolítico regional.
3. El poder iraní frente a Turquía
Irán también se beneficia en gran medida de su poder estratégico en la región. Por ejemplo, Turquía no puede imaginarse el curso de los eventos en Siria sin tener en cuenta la influencia de Irán. De hecho, Ankara no puede considerar a Teherán como un actor eliminado del proceso de transformación de Siria, ya que Irán tiene condiciones favorables para ejercer su influencia en el país. El enfoque maximalista del gobierno turco con respecto a Siria podría generar desafíos significativos para Ankara. Por otro lado, en cuanto a la cooperación de Turquía con Azerbaiyán para la construcción del corredor de Zangazur, nos encontramos con una ecuación similar. El apoyo de Irán a Armenia, junto con los intereses comunes de Irán con Estados Unidos y Francia en apoyo a Armenia, hace que Turquía enfrente obstáculos considerables para avanzar en su agenda de construcción del corredor de Zangazur. Este corredor tiene un papel crucial en el desarrollo de las ambiciones y enfoques neo-otomanos del gobierno de Erdogan hacia la región de Asia Central. Al mismo tiempo, algunos analistas señalan que si Turquía y Azerbaiyán insisten en ejercer presión sobre Armenia y en la construcción del corredor de Zangazur, Irán también dispone de palancas efectivas para recuperar la región de Najicheván.
Conclusión
En conclusión, los medios turcos y su desinformación sobre Irán no son meras estrategias informativas, sino que se insertan dentro de las herramientas políticas utilizadas al servicio de la visión pan-turquista y expansionista impulsada por Erdogan. Este enfoque, que busca consolidar la hegemonía turca en la región, recurre a la manipulación de la narrativa para desacreditar a Irán y desestabilizar su influencia en Asia Occidental. A través de una campaña de desinformación bien orquestada, Turquía pretende pintar a Irán como una amenaza, ocultando las profundas conexiones y la realidad de una competencia geopolítica que va más allá de los simples enfrentamientos mediáticos. Sin embargo, más allá de las tácticas de Erdogan, Irán continúa siendo un actor clave, con una influencia sostenida en la región, respaldada por sus alianzas y lazos estratégicos, lo que hace difícil que la visión turca logre imponer una narrativa unificada sobre la cuestión.