Por: Nahid Poureisa *
En gran parte de los principales medios de comunicación occidentales, a menudo se presenta a Irán como un país atrasado, un lugar donde la Revolución Islámica de 1979 generó opresión, particularmente hacia las mujeres, y atrapó a la nación en las garras del autoritarismo.
La imagen pintada es la de una nación en decadencia, con sus mujeres silenciadas y su pueblo sufriendo bajo un “régimen opresivo”.
Sin embargo, esta descripción no refleja la realidad sobre el terreno, donde desde la Revolución Islámica de 1979 el país ha logrado avances significativos en diversas esferas a pesar de presiones externas de diferentes formas.
Hoy se conmemora el 46 aniversario de la Revolución Islámica, un momento histórico en el que el pueblo iraní derrocó al régimen de Pahlavi, respaldado por Occidente, una monarquía corrupta y opresiva que sólo servía a sus propios intereses y a los de una pequeña élite privilegiada.
La revolución no fue sólo una resistencia a la influencia extranjera, sino un movimiento para liberar al pueblo iraní de décadas de explotación y abandono. Durante demasiado tiempo, el régimen de Pahlavi, un títere de las potencias occidentales, reinó sobre una nación en crisis, impulsando políticas que profundizaron la desigualdad y sofocaron el progreso.
La narrativa occidental, que presenta la Revolución Islámica como un paso atrás para el país, no tiene en cuenta la brutalidad y la injusticia del régimen que fue derrocado en un movimiento popular.
El régimen tiránico y elitista de los Pahlavi
El gobierno de Pahlavi fue una tragedia para el pueblo iraní, un período marcado por la represión, la pobreza y la desigualdad generalizada.
Bajo este régimen, el desarrollo no consistía en mejorar la situación de las masas, sino en enriquecer a un puñado de élites urbanas, que disfrutaban de una vida de lujo mientras la mayoría de los iraníes sufrían.
Este sistema de elitismo fue una traición al pueblo iraní, dejando a las zonas rurales y a los iraníes comunes abandonados y a las mujeres marginadas.
En 1978, bajo el régimen del Shah, sólo el 43 por ciento de las zonas rurales tenían electricidad, un ejemplo impactante de su fracaso a la hora de invertir en las necesidades de la gran mayoría.
Las mujeres rurales quedaron analfabetas: un asombroso 94 por ciento no sabía leer ni escribir. La atención sanitaria era un privilegio de los ricos, mientras que las zonas rurales, donde vivía la mayor parte de la población, no tenían acceso a servicios médicos básicos.
Las tasas de mortalidad materna eran atroces: en 1978 superaban las 200 muertes por cada 100 000 nacidos vivos, una clara señal de la indiferencia del régimen hacia las vidas de los iraníes comunes.
La educación bajo el régimen del Sha era otra herramienta de opresión. La educación superior estaba reservada a la élite urbana, lo que dejaba a los niños rurales, especialmente a las niñas, sin oportunidades de mejorar sus vidas.
Las mujeres fueron excluidas de la educación superior y de las carreras profesionales, conformándose como ciudadanas de segunda clase en una sociedad que hacía tiempo que había abandonado cualquier pretensión de igualdad.
El empoderamiento de la mujer a través de la Revolución Islámica
La Revolución Islámica de 1979 liderada por el imán Jomeini marcó un punto de inflexión, una ruptura con las políticas opresivas del Sha y un enorme salto hacia la justicia y la igualdad.
La revolución popular centró la atención en el pueblo iraní en su conjunto, en particular en las mujeres que habían estado subyugadas durante tanto tiempo bajo el gobierno del Shah.
Antes de la revolución, la tasa de alfabetización de las mujeres rurales era de un triste 6 por ciento. En 2016, esa cifra se disparó al 83 por ciento, gracias a inversiones masivas en educación, programas de capacitación docente y escuelas construidas en zonas rurales.
En la actualidad, más del 60 por ciento de los estudiantes universitarios en Irán son mujeres, que se destacan en diferentes campos, como la medicina, la ingeniería y la ciencia. De hecho, las mujeres iraníes han logrado avances notables en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM), y el país es líder en la región en cuanto a representación femenina en ciencia y tecnología.
La salud de las mujeres también experimentó mejoras espectaculares después de la Revolución Islámica. La mortalidad materna, que había sido una consecuencia devastadora de la negligencia del régimen del Sha, se redujo de más de 200 muertes por cada 100 000 nacidos vivos en 1978 a sólo 16 en 2020.
La esperanza de vida de las mujeres aumentó de 54 años en 1978 a 78 años en 2020, lo que demuestra el éxito de las iniciativas de ampliación de la atención sanitaria que el régimen del Sha había ignorado deliberadamente.
Desarrollo rural: superando el legado del abandono
Aunque las políticas del régimen del Sha ignoraron deliberadamente las necesidades del Irán rural, después de 1979 la República Islámica de Irán priorizó el desarrollo de esas zonas abandonadas.
En 2020, más del 99 por ciento de los hogares rurales contaban con electricidad y los proyectos de suministro de agua potable llegaban incluso a las aldeas más remotas. Se construyeron más de 200 000 kilómetros de carreteras que conectaban las zonas rurales con las ciudades y mejoraban el acceso a los mercados, la educación y la atención sanitaria.
Bajo el régimen del Sha, el Irán rural quedó abandonado a su suerte, pero la revolución proporcionó infraestructura y servicios esenciales, demostrando que el desarrollo puede y debe ser para todos, no sólo para los ricos y poderosos.
Se construyeron más de 17 000 casas de salud rurales, proporcionando atención sanitaria primaria a comunidades que habían sido abandonadas por el régimen Pahlavi durante décadas.
Sostenibilidad ambiental: una visión de futuro
Irán ha logrado avances notables en materia de sostenibilidad ambiental desde 1979, impulsado por las 15 directivas ambientales emitidas por el líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, para promover el cuidado ecológico y un futuro verde.
Estas directivas proporcionan el marco para un enfoque integral para abordar los desafíos ambientales, incluidos la desertificación, la contaminación y el cambio climático.
Algunos de los elementos clave de estas directivas son:
Desarrollo Sostenible: Incorporar el cuidado del medio ambiente en los planes nacionales de desarrollo, asegurando un equilibrio entre el crecimiento económico y la preservación ecológica.
Conservación forestal: prevenir la destrucción de los bosques y promover iniciativas de reforestación, incluidos programas como la "Iniciativa de plantación de mil millones de árboles".
Eficiencia energética: Promover el uso de fuentes de energía renovables, como la solar y la eólica, para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y disminuir las emisiones.
Protección de la biodiversidad: esfuerzos para proteger las especies en peligro de extinción y los hábitats naturales, garantizando la supervivencia de la flora y fauna únicas de Irán.
Tecnología verde: fomentar el desarrollo de tecnologías verdes y prácticas agrícolas sostenibles para reducir el daño ambiental.
Desarrollo urbano ecológico: diseño de ciudades e infraestructura para minimizar el impacto ambiental, con énfasis en los espacios verdes y el transporte sostenible.
Mitigación del cambio climático: desarrollo de políticas para abordar y adaptarse a los impactos del cambio climático, especialmente en el contexto de los ecosistemas vulnerables de Irán.
Educación Ambiental: Concienciar al público sobre la importancia de la conservación del medio ambiente y las prácticas sostenibles.
Protección de los ecosistemas marinos: garantizar la preservación de los recursos costeros y marinos de Irán, particularmente en el Golfo Pérsico.
Un ejemplo de estas directivas en acción es la “Iniciativa de plantación de mil millones de árboles”, que tiene como objetivo combatir la desertificación, restaurar los ecosistemas y mejorar la calidad del aire.
Este proyecto se centra en la reforestación en regiones áridas y en los esfuerzos de ecologización urbana para abordar la contaminación del aire y el cambio climático.
La iniciativa ejemplifica el compromiso a largo plazo de Irán con la sostenibilidad ambiental y muestra cómo el liderazgo del país ha integrado el cuidado ecológico en el desarrollo nacional.
Enfrentando los desafíos económicos
A pesar de todos estos logros desde la Revolución Islámica de 1979, Irán también enfrenta desafíos importantes, especialmente en el sector económico.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos han causado pérdidas económicas por más de 200 000 millones de dólares, y la inflación, la devaluación de la moneda y las políticas económicas neoliberales siguen presionando a la población. La excesiva dependencia de las exportaciones de petróleo, un legado del corrupto sistema económico del régimen del Sha, ha hecho que el país sea vulnerable a las fluctuaciones del mercado mundial.
Sin embargo, la resiliencia de Irán sigue siendo inigualable. El país se ha convertido en líder en campos como la nanotecnología, la biotecnología y la energía renovable, demostrando su capacidad de innovación a pesar de las sanciones. Las mujeres han desempeñado un papel crucial en estos avances, contribuyendo al progreso científico y tecnológico.
La revolución iraní de 1979 no fue un movimiento contra el progreso, como han sugerido a menudo los expertos occidentales. Fue una revolución en pro del progreso, la soberanía nacional y la equidad. El derrocamiento del régimen del Sha, respaldado por Occidente, marcó el comienzo de una nueva era para Irán, centrada en el empoderamiento de su pueblo.
Si bien Irán sigue enfrentándose a desafíos económicos debidos principalmente a las sanciones ilegales estadounidenses, no se pueden ignorar los logros de la Revolución Islámica de 1979.
La educación y la salud de las mujeres han mejorado enormemente, el desarrollo rural ha florecido y se está dando prioridad a la sostenibilidad ambiental. El progreso de Irán, impulsado por el trabajo duro y la resiliencia de su pueblo, demuestra que la revolución no sólo era necesaria sino transformadora.
Al conmemorar el 46 aniversario de la revolución, reconozcamos que Irán no es la nación atrasada y opresiva que a menudo retratan los medios occidentales.
Es un país que, a pesar de los enormes desafíos, ha avanzado hacia el progreso, el desarrollo y el empoderamiento. El legado de la revolución perdura y su impacto es evidente en el progreso que ha logrado Irán en los últimos 46 años.
* Nahid Poureisa es una analista e investigadora académica iraní centrada en Asia Occidental y China.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.