El cardenal George Pell, principal prelado católico de Australia y asesor financiero del papa Francisco, es acusado de profanar a varias personas en su vivienda, en la provincia australiana de Victoria, no obstante, él rechaza todas las imputaciones afirmando que “la mera idea del abuso sexual se me hace repugnante”.
Este miércoles, el tribunal de Melbourne (sureste de Australia) ha realizado la audiencia preliminar para atender las denuncias. El clérigo, de 76 años, ha asistido a la sesión, pero no ha expresado ningún comentario ante la corte, donde también se encontraban las víctimas.
“El cardenal Pell se declara no culpable frente a todos los cargos, manteniendo la presunción de inocencia”, ha dicho su abogado, Robert Richter, durante la visita.
El juez Duncan Reynolds ha informado que la siguiente sesión se celebrará el próximo 6 de octubre.
El proceso de justicia se inició luego de que la Policía del estado australiano de Victoria acusara el mes pasado a Pell de cometer abusos sexuales con base en denuncias presentadas en el pasado.
El cardenal Pell se declara no culpable frente a todos los cargos, manteniendo la presunción de inocencia”, ha dicho su abogado, Robert Richter.
Él fue acusado anteriormente de manejar numerosos casos de abuso sexual por parte del clero en la década de los 70 cuando era sacerdote en su ciudad natal de Ballarat, a 120 km al noreste de Melbourne.
El cardenal se convirtió en arzobispo de Melbourne y luego de Sydney, y más tarde se trasladó a Roma, capital italiana, en 2014 para trabajar al lado del papa Francisco. Actualmente dirige la Secretaría de Economía del Vaticano y también forma parte del panel cardenalicio de nueve miembros que asesora al Pontífice en materia de reformas eclesiásticas.
El máximo representante de la Iglesia católica de Australia admitió en cierta ocasión que había cometido un error al confiar más en los sacerdotes que en las víctimas. Las acusaciones que hay en su contra fueron publicadas en mayo en un libro que la oficina del cardenal Pell en Roma lo ha tildado como “un ejercicio de difamación”.
El Papa ha evitado dar su opinión sobre el caso afirmando que dejará que la justicia australiana corra su curso.
Las denuncias de abusos sexuales contra menores cometidos por curas de la Iglesia católica han obligado al Vaticano a reconocer la gravedad de la situación y admitir sus crímenes ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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