Es una de esas declaraciones básicas que para muchas personas parece irrefutable.
El constante mantra del "derecho de Israel a defenderse" se repite sin cesar y rara vez es objeto de cuestionamiento. Desde la fundación de la entidad sionista, esta justificación ha sido empleada para negar a los palestinos su derecho a la propiedad, a sus hogares y a la libertad. Fue utilizada para justificar el saqueo de propiedades palestinas tras las guerras de 1948 y 1967, así como para respaldar la imposición de la ley marcial sobre los palestinos dentro del nuevo estado durante casi dos décadas.
La invocación del presunto "derecho" a defenderse de la resistencia de las comunidades colonizadas ha sido utilizada por la gran mayoría de los colonizadores como justificación para llevar a cabo su proyecto de eliminar a las comunidades nativas.
Ese constante mantra del "derecho de Israel a defenderse" es invocado en todo momento, no solo por Israel, sino también por gobiernos en Estados Unidos, Europa, Canadá, Australia y otros lugares. Esta repetición sirve para movilizar un discurso que oculta los crímenes sionistas al presentarse como la parte afectada. Se podría incluso argumentar que la ocupación colonial sionista es tan omnipresente que llega a usurpar el lugar de las víctimas reales. Al ampararse en el "derecho a defenderse", el sionismo se resguarda detrás de un victimismo que no le corresponde y que simplemente busca encubrir su propia violencia.
En su libro "Se défendre: Une philosophie de la violence", la filósofa Elsa Dorlin destaca un punto crucial sobre la autodefensa a partir del caso del trabajador de la construcción negro, Rodney King, brutalmente golpeado por la policía de Los Ángeles el 3 de marzo de 1991. Durante el juicio de 1992 contra los cuatro oficiales de policía acusados de agresión, cada intento de King por protegerse de la policía fue interpretado en el tribunal como una amenaza contra los agentes. Cualquier gesto de King que no implicara una sumisión absoluta a la violencia policial era considerado un riesgo para la vida de los agentes.
En un análisis político más general, el ejemplo de King representa un sistema histórico, legal, filosófico y político que legitima la violencia ejercida por individuos o estados considerados normativos, mientras condena la autodefensa de aquellos categorizados como subalternos, ya sean estados, individuos u organizaciones, y la califica como mera agresión.
El ejemplo de Rodney King representa a nivel individual un reflejo del modelo colonial conocido como "defensa legítima preventiva". Esta intencional confusión en torno al concepto del "derecho a defenderse" evidencia cómo en Palestina, el orden legal colonial emplea ese recurso como herramienta para mantener su dominio. Por lo tanto, no resulta sorprendente que las acciones de los grupos palestinos de resistencia sean etiquetadas como "ilegales", dado que buscan perturbar el statu quo colonial.
Todo lo anterior sirve para problematizar la cuestión de la autodefensa. O dicho de otro modo, ¿para quién es un derecho la autodefensa? No debería sorprender a nadie, al intentar responder a la pregunta, que históricamente el derecho a la violencia legítima, incluida la autodefensa, está relacionado con una cuestión racial. En muchos casos, esa división racial que permite o prohíbe la violencia está camuflada detrás de diferentes significantes tales como: el derecho a la propiedad, la autonomía del individuo, etc.
La filósofa Sylvia Wynter explica que Occidente, a través de la expansión imperial y la violencia colonial, ha establecido una jerarquía humana basada en formas raciales y, por ende, legales. Aquellos que se perciben como fuera de la humanidad apropiada o no son reconocidos legalmente, son despojados de su condición humana y, por tanto, carecen de protección legal. Esta dinámica ayuda a entender, por ejemplo, la justificación de los asesinatos de personas racializadas en Estados Unidos al considerar su presencia como una amenaza en "lugares que no deberían estar". De manera similar, esta construcción racial se utiliza para legalizar el asesinato de palestinos por parte de la entidad sionista, incluyendo a menores, al percibirlos como una amenaza.
Desde la perspectiva racial y normativa sobre la legitimidad de la violencia, como la que se puede observar en Palestina, el falso mantra del "derecho a defenderse" se convierte en la justificación para la guerra preventiva, la detención indefinida, la vigilancia policial constante, las expulsiones masivas, y demás acciones represivas.
El derecho a defenderse sionista no es más que el derecho a perpetuar la opresión y la continua eliminación de la población nativa. Desde un punto de vista político y ético, la única violencia posible es la ejercida por el colonizador. La autodefensa del colonizado debería ser evaluada desde perspectivas distintas, ya que los objetivos políticos y éticos son completamente opuestos. La violencia colonial y su justificación bajo el mantra del "derecho a defenderse" implica sostener un régimen de brutalidad basado en la división racial. Mientras que la autodefensa de los palestinos implica una lucha por recuperar su humanidad y por romper los marcos raciales que los subyugan.
Por tanto, mantener la ficción de que un estado colonial como el Sionista tiene el derecho a defenderse es respaldar, ya sea consciente o inconscientemente, el lenguaje racial y las prácticas de brutalidad cotidiana presentes en Palestina.
Por XAVIER VILLAR