"Es la arremetida de la restauración conservadora o, como la llamó un intelectual portugués: la nueva guerra fría que devuelve al pasado y trata de aniquilar a los Gobiernos de cambio en América Latina", indicó el jueves Correa, en un mitin con los integrantes del sector del transporte público en Ecuador.
Es la arremetida de la restauración conservadora o, como la llamó un intelectual portugués: la nueva guerra fría que devuelve al pasado y trata de aniquilar a los Gobiernos de cambio en América Latina", indicó el presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Asimismo explicó que para debilitar a estos gobiernos se utiliza la estrategia de provocar movilizaciones callejeras y violencia. Se libra "la guerra psicológica y guerra económica", puntualizó.
"No es casualidad", prosiguió, que un fenómeno común ocurriera en Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela y Ecuador, donde las autoridades se están enfrentando a un descontento social.
"Enfrentamos una nueva derecha articulada nacional e internacionalmente (con grupos) infiltrados por agencias extranjeras de Inteligencia", subrayó Correa.
Por otra parte, el jefe de Estado hizo un llamado a los transportistas a "rechazar" las marchas que la oposición planea protagonizar el próximo 13 de agosto.“Siempre hemos recibido desde el Gobierno, ahora tenemos que responder desde la ciudadanía, desde la clase del volante. Ustedes deben ser la garantía de que ese 13 de agosto ningún irresponsable nos venga a cerrar las vías”, culminó.
Las afirmaciones del presidente de Ecuador aludieron a que su Estado es escenario de movilizaciones, tanto a favor como en contra de su Gobierno, después de que el 5 de junio presentara el proyecto, denominado la Ley de Herencias, iniciativa que ayudará a combatir los niveles de pobreza extrema.
Bolivia, también, está experimentado actos antigubernamentales en la ciudad de Potosí (suroeste), donde varias explosiones el pasado 24 de julio dejaron a los residentes sin electricidad. Al día siguiente, los delegados del Comité Cívico Potosinista (Comcipo) dialogaron con el Gobierno boliviano, e informaron que seguirán movilizados y solo levantaron su paro general.

En una situación semejante, Venezuela, en febrero de 2014, hizo frente a manifestaciones antigubernamentales que, según afirma su presidente, Nicolás Maduro, y otras autoridades del país, orquestó la ultraderecha apoyada por EE.UU., con el objetivo de posibilitar un golpe de Estado. Tales actos violentos acabaron con la vida de más de 40 personas y dejaron centenares de heridos, además de provocar daños en edificios gubernamentales.
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