De acuerdo con un informe difundido el miércoles, la organización pro derechos humanos Human Rights Watch (HRW) reveló que las fuerzas militares de Myanmar golpearon, agredieron sexualmente, apuñalaron y dispararon a aldeanos que se habían reunido el 27 de agosto por seguridad en un complejo residencial en la aldea de Maung Un.
HRW expresó que no ha podido verificar el número de víctimas de los ataques, aunque imágenes de satélite analizadas muestran la casi total destrucción de los pueblos de Maung Nu y de los alrededores de Hpaung Taw Pyin. Las señales del daño son consistentes con incendios, precisó el organismo.
“Todos los horrores de los crímenes contra la humanidad cometidos por el Ejército birmano contra los rohingyas son evidentes en los asesinatos masivos en el pueblo de Maung Nu (en Rajine)”, indicó el subdirector de Asia de HRW, Phil Robertson.
A continuación, Robertson añadió que estas atrocidades exigen, más que palabras de los gobiernos interesados, respuestas concretas con consecuencias.
Todos los horrores de los crímenes contra la humanidad cometidos por el Ejército birmano contra los rohingya son evidentes en los asesinatos masivos en el pueblo de Maung Nu”, dice el subdirector de Asia de HRW, Phil Robertson.
En ese sentido, HRW también llamó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) y los países interesados a adoptar un embargo de armas y sanciones individuales, incluyendo prohibiciones de viajes y congelación de activos contra comandantes militares birmanos implicados en el genocidio de la minoría Rohingya.
Rjine ha perdido más de la mitad de su población musulmana durante las últimas semanas y más personas están abandonando la región debido a una violencia generada en su contra.
Las fuerzas birmanas llevan a cabo sus ataques bajo el mutismo de la líder ‘de facto’ de Myanmar y Nobel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi, que ha negado el acceso de los periodistas y observadores a las zonas afectadas en Rajine.
Hay alrededor de un millón de musulmanes rohingyas en Myanmar, pero esta etnia se enfrenta al maltrato sistemático de las fuerzas birmanas y a la discriminación generalizada de la mayoría budista bajo la excusa de un ‘mito común’ que los rohingyas son inmigrantes “ilegales”.
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