POR XAVIER VILLAR
A nadie que siga mínimamente las noticias en Irán se le escapa que la historia de Armita Garavand es similar a la de Masha Amini, la joven de 22 años que falleció el año pasado y cuya muerte fue atribuida por la prensa occidental a la llamada "policía de la moral".
En el caso de Armita, la muchacha de 16 años, la prensa occidental vuelve a acusar a la "policía de la moral" de ser responsable de su hospitalización. Nuevamente, como en el caso de Masha Amini, se pone el foco en que la joven no llevaba el velo islámico y fue "atacada" por miembros de la policía moral dentro de un vagón del metro.
Por su parte, las autoridades de la República Islámica han explicado que la causa de la hospitalización de la joven fue un mareo debido a una bajada de tensión y que se golpeó la cabeza contra un hierro en el interior del vagón.
Lo importante en este caso, al igual que ocurrió en el caso de Masha Amini, es que se vuelven a desplegar todos los elementos necesarios para retratar a la República Islámica como el "otro" de la "verdad". Es decir, desde esta perspectiva discursiva, Irán es visto como un lugar desde el cual es imposible acceder o expresar la verdad.
Esta incapacidad para "decir la verdad" se puede interpretar desde una óptica colonial y civilizacional, que es un vestigio del paradigma orientalista que sostiene que la visión eurocéntrica es la única que posee un acceso ilimitado a la "verdad".
En el caso de Armita, la explicación proporcionada por la República Islámica, que menciona una bajada de tensión seguida de un golpe en la cabeza, no ha sido tomada en cuenta. Esta explicación no entra en contradicción con las únicas imágenes disponibles de una cámara de seguridad ubicada en los andenes del metro, donde se observa cómo dos amigas de la joven la sacan aparentemente inconsciente del vagón. Sin embargo, en muchas ocasiones, ver no es suficiente para creer.
Por otro lado, hay que recordar que ver no es un gesto meramente mecánico. Como apunta Sara Ahmed, ver implica un decidir, políticamente, qué se ve y qué queda detrás y hacia los lados, y, por tanto, fuera del rango de visión.
Hay que tener en cuenta, además, que el racismo impregna la percepción blanca, de tal manera que el campo visual no es un campo neutral, sin implicaciones raciales. Se pueden encontrar cientos de ejemplos de esta “visión racial”. Por ejemplo, el juicio de Rodney King, el afroanericano apaleado por un grupo de policías blancos en Los Ángeles en 1991, demostró que en muchos casos la evidencia visual no es tomada en cuenta cuando aquello que es apartado hacia los márgenes son los cuerpos racializados. Incluso las imágenes más impactantes, como en el caso de King, no sirven para proporcionar una prueba indiscutible de la brutalidad policial estadounidense.
Se pueden encontrar numerosos ejemplos en los Estados Unidos. Con frecuencia, la policía logra eludir cargos criminales o condenas a pesar de disponer de pruebas visuales de brutalidad policial. Un ejemplo de ello es el caso de Eric Garner, cuyas imágenes de video lo muestran rodeado por agentes de policía que finalmente lo estrangularon por supuestamente vender cigarrillos de manera ilegal. A pesar del evidente uso de fuerza excesiva, el jurado no presentó cargos contra el oficial responsable de su muerte.
También es importante abordar el mito que rodea a la objetividad mecánica de la cámara. Más bien, como expresó John Berger, "la forma en que percibimos las cosas se ve influenciada por lo que sabemos o en lo que creemos". Los objetos que observamos en videos y fotografías adquieren significado a través de nuestras experiencias y conocimiento del mundo.
Nuestra forma de ver está determinada, al menos en parte, por las ideologías raciales que actúan para definir quién es un sujeto reconocible y, por lo tanto, cuya vulnerabilidad importa.
Toda esta red de significados políticos y raciales hacen que las imágenes de Armita Garavand en el metro de Teherán vayan más allá de lo que esas mismas imágenes muestran y adquieran un significado que está definido de antemano y sin relación alguna con las propias imágenes.
Ver nunca es algo mecánico y siempre está relacionado con lo político. Ver, en este caso, las imágenes de la joven iraní en la plataforma del metro en Teherán, es un proceso que, como se ha visto, está organizado en torno a una serie de cuestiones políticas y raciales. Las imágenes adquieren significado una vez que se integran en un discurso. Lo que los medios de comunicación occidentales están mostrando no son simplemente unos segundos de una cámara de seguridad. Están presentando un discurso lleno de prejuicios y desconfianza hacia cualquier afirmación realizada por la República Islámica.
Si una chica está inconsciente en una plataforma del metro en Teherán, es evidente, para los medios occidentales, lo que ha sucedido. No hace falta ver para creer.
Xavier Villar es Ph.D. en Estudios Islámicos e investigador que reparte su tiempo entre España e Irán.