Casi cinco meses después de que el presidente de EE.UU., Donald Trump, confrontara por primera vez a China, al imponer aranceles sobre sus prácticas comerciales, los dos países ya están más lejos que nunca de resolver sus diferencias.
Incluso más, Washington y Pekín parecen estar atrincherándose para lo que, probablemente, podría ser una larga guerra. Se trata de un conflicto que, según expertos, podría llevar a algunas empresas a la quiebra, incluso en EE.UU.
Tras la última medida de EE.UU. de golpear al gigante asiático con aranceles del 25 % a 60 000 millones de dólares en importaciones, y limitar sus inversiones en empresas estadounidenses, Pekín decidió tomar represalias.
Sin embargo, estimaciones muestran que las políticas arancelarias de Washington no podrían tener muchos daños en la economía china, ya que afectarán sólo a un 2 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país asiático.
Pekín, al devolver el golpe de Washington, planifica imponer tarifas del 25 % a una nueva selección de productos importados de EE.UU. por valor de 16 000 millones de dólares. Esos aranceles entrarán en vigor a partir del 23 de agosto.
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