El Reino del Desierto está bajo la lupa internacional. Turquía, donde desapareció Jamal Khashoggi hace más de tres semanas, prometió castigar a los responsables del asesinato del periodista saudí, crítico con la monarquía.
En Occidente, el caso ha reabierto un serio debate sobre la venta de armas a Riad. Los Ejecutivos de España y el Reino Unido están bajo una lluvia de críticas por suministrar armas a un país implicado en una guerra contra su vecino Yemen. Las autoridades dicen que anteponen los beneficios económicos a los derechos humanos.
El presidente de Estados Unidos en sus declaraciones más contundentes hasta ahora, dijo que el príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman, podría ser responsable del asesinato ya que está dirigiendo su país, aunque Donald Trump defendió nuevamente la venta de armas a su aliado.
Para Irán, Estados Unidos es cómplice de Arabia Saudí en este crimen. Y el príncipe heredero saudí, en su primera reacción sobre el caso, tildó el asesinato de un “crimen odioso”.
Lo dijo durante un foro económico internacional en Riad, capital saudí, que ha sido boicoteado ampliamente. Justo al lado del príncipe estaba sentado el primer ministro de El Líbano, Saad Hariri, que en noviembre de 2017 fue secuestrado durante unas dos semanas en Arabia Saudí.
Por ahora, solo nos queda esperar para ver si el caso Khashoggi será la última gota que colme el vaso de la paciencia del mundo ante la inmunidad de un príncipe que en un principio se hizo famoso por sus reformas y ahora se está ganando la fama de criminal.
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