"Sólo en Damasco, 5,5 millones de personas (hasta ahora la ONU las estimaba en 4 millones, incluyendo los alrededores) han visto su abastecimiento cortado o reducido, por estar las fuentes de Wadi Barada (…) inutilizables a causa de combates, actos de sabotaje o ambas cosas", anunció el jueves Jan Egeland, asesor especial del enviado de las Naciones Unidas en Siria.
Egeland hizo también hincapié en que sabotear y negar el agua es un crimen de guerra y advirtió de que la población civil se verá afectada por enfermedades transmitidas por el agua contaminada.
Sólo en Damasco, 5,5 millones de personas (hasta ahora la ONU las estimaba en 4 millones, incluyendo los alrededores) han visto su abastecimiento cortado o reducido, por estar las fuentes de Wadi Barada (…) inutilizables a causa de combates, actos de sabotaje o ambas cosas", anunció el el coordinador de la Fuerza de Tarea Humanitaria para Siria, Jan Egeland.
El asesor humanitario pidió a Rusia y Turquía, como ingenieros del actual alto el fuego en Siria, que hagan honor a su promesa de facilitar la distribución de ayuda humanitaria, "desesperadamente necesitada" por la población civil local.
El 24 de diciembre de 2016 , las autoridades de Damasco se vieron obligadas a cortar el suministro de agua potable a la ciudad, así como a sus suburbios, después de que los terroristas la contaminaran con diésel.
La contaminación de agua por parte de los terroristas se produce en medio de los combates del Ejército sirio para liberar los pueblos de Soq Wadi Barada y Ain al-Fiyeh, controlados por los rebeldes en un terreno montañoso al noroeste de Damasco, cerca de la frontera libanesa.
Desde hace más de un lustro, Siria vive sumida en un conflicto desencadenado por grupos armados y terroristas que intentan derrocar al Gobierno sirio. Según una estimación de abril del enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para Siria, Staffan de Mistura, el conflicto ha dejado ya unos 400.000 muertos.
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