“El brutal ataque llevado a cabo por los militares del régimen usurpador sionista contra los fieles palestinos en la Mezquita Al-Aqsa demostró una vez más al mundo el comportamiento criminal y contrario a los derechos humanos de este régimen”, ha dicho este miércoles el portavoz de la Cancillería iraní, Naser Kanani, en su cuenta oficial de Twitter.
El diplomático persa ha condenado “en los términos más enérgicos el crimen” y ha pedido reacción inmediata del mundo entero ante esta nueva atrocidad israelí. “Es apropiado que el mundo musulmán, los pueblos libres del mundo y los organismos internacionales responsables reaccionen de inmediato ante este crimen”, subraya.
La ciudad de Al-Quds (Jerusalén) que alberga la sagrada Mezquita Al-Aqsa, el tercer lugar sagrado para los musulmanes, ha amanecido este miércoles en pánico después de que un gran número de uniformados israelíes irrumpiera brutalmente en la sala de oración de Al-Qibli en la mezquita donde los fieles se encontraban rezando en pleno mes de Ramadán.
Los militares han golpeado con palos a los fieles, entre ellos mujeres, niños y ancianos y, no solo han dejado decenas de heridos por balas de goma, gas pimienta y granadas aturdidoras, sino que han impedido el tratamiento médico de los afectados.
El violento asalto se ha llevado a cabo bajo vaga excusa de que varias personas se encerraban en el recinto de la mezquita desde primera hora de la noche, con intención de cometer acciones violentas.
Los militares han detenido a más de 400 palestinos en el lugar sagrado, entre ellos una niña herida, según han recogido los medios locales.
Grupos palestinos han condenado los ataques de Israel contra los fieles, que han calificado de crimen.
“Advertimos a la ocupación de que no cruce las líneas rojas en los lugares santos, lo que provocará una gran explosión”, ha declarado Nabil Abu Rudeine, portavoz del presidente palestino, Mahmud Abás.
Desde la ocupación de los territorios palestinos de Cisjordania en 1967, incluida la zona del este de Al-Quds, el régimen de Israel ha ido restringiendo más y más el derecho de los palestinos a rezar en la Mezquita Al-Aqsa, mientras provee protección a los colonos durante sus incursiones al lugar. Los judíos incluso realizan rituales religiosos en el sagrado recinto, aunque según lo pactado no tienen derecho a hacerlo.
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