Publicada: sábado, 18 de noviembre de 2017 11:56
Actualizada: sábado, 18 de noviembre de 2017 13:49

En un acto extraño en la política mundial, el premier libanés, Saad Hariri, anunció el pasado 4 de noviembre su dimisión desde el territorio saudí.

El hecho provoca muchas interrogantes como ¿por qué desde Arabia Saudí? ¿Por qué ahora? ¿Qué consecuencias podría tener para El Líbano y el Oriente Medio? ¿Cuál es el rol de los saudíes en este contexto?

Hariri anuncia su dimisión

El pasado 4 de noviembre, Hariri viajó a Arabia Saudí y a través de la cadena televisiva de ese país, Al Arabiya, anunció su dimisión. En su comunicado se destacan varios puntos que son de consideración: Atacó a Irán y el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, Hezbolá por dominar su país. Dijo que lo hizo por el temor a un atentado contra su vida y que la situación es igual a la de 2005 cuando su padre, Rafiq Hariri, fue asesinado en un atentado en la capital libanesa de Beirut. Además, dijo que Arabia Saudí no interviene en los asuntos internos de su país al contrario de lo que hace Irán. 

Después de sus declaraciones, surgieron rumores que ponían de relieve otra realidad, es decir, el rol saudí en asuntos internos de Beirut. Muchas fuentes como New York Times, Independent y Washington Post, publicaron informaciones acerca del arresto del premier libanés. En este sentido, Robert Fisk en un artículo publicado en el diario británico, The Independent, aseguró: “Cuando el avión de Saad Hariri aterrizó en Riad la noche del 3 de noviembre, lo primero que vio fue a un grupo de policías sauditas que rodeaban el avión. Cuando subieron a bordo, confiscaron su teléfono móvil y los de sus guardaespaldas. Así fue silenciado el primer ministro de El Líbano”. Asimismo, el presidente libanés, Michel Aoun, aseveró este miércoles que la retención del jefe del Gabinete del país árabe representa una flagrante violación de la Convención de los Derechos Humanos de Viena, y añade que ninguna circunstancia justifica que Hariri no regrese a El Líbano.

¿Un plan trilateral contra Irán?

Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, en 2017, los principales rivales de Irán en la región de Oriente Medio, es decir, Arabia Saudí y el régimen israelí aprovecharon las políticas hostiles de Trump hacia Teherán para presionar y registrar un cambio de sistema en el país persa.

Los pasos importantes para materializar este objetivo se dieron con la celebración de la Cumbre de Países Islámicos en Riad donde participaron más de 50 jefes de estado y además contó con un invitado especial como Trump. Ahí acusaron a Irán de ser un actor desestabilizador en la región y abordaron diferentes opciones militares y sanciones, para aislar y limitar su influencia en Oriente Medio. Sin embargo, fracasó este primer paso por la negativa de varios países, especialmente la de Catar, algo que resultó en su boicot por parte de Egipto, Arabia Saudí, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, entre otros.

El otro paso importante, fue la gira del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson a Oriente Medio, cuyo objetivo era crear una unidad entre los israelíes y los árabes contra la influencia de Irán. Algo que se puede interpretar de sus palabras declaradas a la cadena estadounidense de noticias, NBC, cuando dijo: “Creo que hay amplia visión y amplio consenso entre todos en la región, entre todas las naciones árabes, entre (el régimen de) Israel y entre otras actividades desestabilizadoras de Irán en la región”, y añadió: “Esto tiene que ver con ponerse de pie en la unidad contra Irán en contraposición a cualquier detalle religioso particular”. Con este objetivo, Tillerson viajó primero a Arabia Saudí, a Catar, luego Irak y Afganistán. Sin embargo, el viaje tuvo un resultado muy limitado. Ni Doha, ni Bagdad aceptaron la propuesta del titular estadounidense e incluso apoyaron a las iniciativas de Irán en la región frente a Arabia Saudí.

Ante estos fracasos diplomáticos, el triángulo fatídico (Riad, Tel Aviv y Washington) pensó en golpear el frente de la Resistencia en la región, el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, Hezbolá, que se considera como aliado cercano de Irán en la lucha contra el régimen sionista. Razón por la cual, decidieron repetir la misma escena de 2005 en el país árabe para conseguir dos objetivos: perjudicar la imagen de Irán y eliminar o por lo menos debilitar a Hezoblá en el país.

Ellos decidieron que Hariri anunciara su dimisión desde fuera del Líbano con un tono agresivo y llena de acusación contra Irán y Hezbolá para provocar a los libaneses a salir a las calles contra la "intervención iraní" y el "dominio de Hezbolá", al igual que pasó hace casi 13 años en 2005 en El Líbano cuando luego del asesinato de Rafik Hariri, todos alzaron la voz contra la injerencia siria y Damasco tuvo que retirar a sus fuerzas del país. Sin embargo, no solo este plan no tuvo éxito, sino incluso el Partido del Futuro liderado por el mismo Saad Hariri y la mayoría de las figuras prominentes suníes del país, criticaron a Riad y pidieron el retorno del premier. Pero tampoco parece lógico que los saudíes y sus aliados no tengan un plan B, algo que podría ser la desestabilización de El Líbano mediante atentados y marchas hasta las próximas elecciones que se celebrarán en mayo de 2018, y echar la culpa a Hezbolá y al presidente Michel Aoun, para que los aliados de Irán queden eliminados y sus amigos lleguen al poder en este país. 

Conclusión

Con todo lo expuesto, hay que señalar que el triángulo fatídico todavía no solo no ha conseguido aislar a Irán  en Oriente Medio, sino por sus malos cálculos y la mala interpretación de la situación actual de la región, ha motivado una ola negativa contra la injerencia saudí-israelí en los asuntos regionales, algo que se nota claramente hoy en la escena sociopolítica libanesa tras la dictada renuncia de Saad Hariri.