La recién liberada ciudad de Al-Hawija, en la provincia iraquí de Kirkuk, muestra aún claros signos de la presencia terrorista de Daesh. Una pesadilla que duró tres años y de la noche a la mañana cambió la vida de muchos.
Cansados y desolados, los residentes de Al-Hawija y pueblos adyacentes cuentan el terror y las precarias condiciones en que vivieron bajo el dominio de Daesh. Una aldeana explica que la hambruna y la muerte eran los únicos logros de los terroristas para la ciudad.
Antes de huir de Al-Hawija, los terroristas prendieron fuego a todo lo que podían. Las columnas de humo se levantan aún de los pozos de petróleo y los campos de cultivo. Las llamas ni dejaron a salvo ni las infraestructuras públicas.
La ciudad de Al-Hawija, uno de los últimos bastiones de Daesh en Irak, quedó libre el pasado jueves, gracias al Ejército iraquí y las fuerzas populares, tras una operación lanzada el pasado 21 de septiembre. Con la derrota de EIIL en esa localidad, ahora, solo quedan en manos terroristas las localidades de Rawa y Al-Qaim, en la provincia de Al-Anbar (centro-oeste) y en una zona fronteriza con Siria.
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