La escasez de electricidad ha tenido, por una parte, un impacto negativo en los negocios y la industria en Gaza durante el mes de Ramadán y, por otra, ha afectado los servicios médicos que ha deteriorado la situación sanitaria de la población del enclave palestino.
Desde abril de 2016, la población de la Franja de Gaza, de unos dos millones de personas, sufre de apagones diarios y constantes que les dejan en ocasiones solo unas cuatro horas de electricidad al día.
Como consecuencia de la falta de energía eléctrica, como reflejo del cerco militar impuesto por el régimen de Tel Aviv, los hospitales del enclave no funcionan de manera completa, las plantas de desalinización tienen que cerrar, mientras las aguas residuales no pueden ser bombeadas por el alcantarillado.
La Franja de Gaza recibe el suministro eléctrico de tres fuentes principales, una planta local muy dañada durante los bombardeos de régimen israelí entre julio y agosto del 2014, líneas de trasmisión desde los territorios ocupados y otras similares provenientes de Egipto.
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