Casi un millar de heridos, dos de ellos graves, es el balance de una jornada, donde la represión no ha frenado la movilización de alrededor de 3 millones de personas.
Desalojos, cargas policiales indiscriminadas, disparos con pelotas de goma y urnas requisadas. La Policía Nacional y la Guardia Civil han intentado impedir el referéndum con el uso de la fuerza ante la resistencia pacífica de la población.
La intervención de las fuerzas de seguridad del Estado ha imposibilitado la votación en algunos puntos, pero no ha frenado la consulta en el conjunto del territorio. Miles de personas han metido su papeleta en la urna al grito de “Votaremos”. La Generalitat ha habilitado un censo global informático, que también ha sufrido el boicot del Estado, pero que ha podido estabilizar durante el día.
El presidente catalán, Carles Puigdemont, ha logrado votar después de que su colegio fuera deñado por la policía. Él junto a políticos soberanistas han denunciado la represión del Gobierno español.
A pesar de la preocupación en los colegios durante toda la jornada por la posible llegada de la policía, se ha procedido al recuento de votos. Puigdemont llevará el resultado final al Parlamento los próximos días.
Con esta jornada, el conflicto catalán se ha puesto en el foco de la comunidad internacional, que ha seguido con atención la actuación represiva del Estado. Lo que suceda a partir de ahora es una incógnita, pero la huelga general es una opción para el soberanismo para evidenciar la vulneración de derechos en Cataluña y para reafirmar que la mayoría de la población quiere decidir su futuro, votando.
Oriol Puig, Barcelona.
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