Legisladores supervisores de estas agencias, citados el domingo por el diario británico The Guardian, dicen que los temores sobre que el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, tome represalias dentro de las agencias de inteligencia estadounidenses aumentaron durante el pasado fin de semana en el que Trump no solo públicamente rechazó las evaluaciones de estos organismos, sino la competencia del aparato de inteligencia.
El pasado viernes, el diario Washington Post publicó un informe de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA, por sus siglas en inglés) en el que fuentes de inteligencia afirmaban que Rusia intervino con el fin de ayudar al magnate republicano a ganar las elecciones presidenciales celebradas el pasado 8 de noviembre.
Las verdades duelen, a Trump no le gustará la verdad, y sin duda buscará destruir a aquellos individuos u organizaciones que dicen o hacen algo que él piensa que daña su preciosa grandiosidad”, recalcó Glenn Carle, un oficial e interrogador retirado de la CIA.
En reacción a este informe, Trump atacó la credibilidad de las agencias de inteligencia en las que tendrá que basarse cuando llegue a la Casa Blanca para desarrollos geopolíticos y demás temas de seguridad. Su equipo de transición emitió un comunicado en el que se leía: “Estas son las mismas personas que dijeron que (el exdictador iraquí) Saddam Husein (1979-2003) tenía armas de destrucción masiva”.
Pese a que no es posible medir con precisión cuán profundos son los temores a las represalias en el mundo de la inteligencia, una fuente de inteligencia consultada observó que aunque las leyes del servicio civil supuestamente impiden que Trump lance una purga, también llamó la atención sobre un informe que indica que Trump está investigando al personal del Departamento de Energía para identificar a las personas “que han asistido a conferencias sobre políticas de cambio climático”, (fenómeno que Trump dijo fue inventado por China) sugiriendo que podría tratar de expulsar a los miembros que lo defienden.
Muchos de los funcionarios y exfuncionarios, pese a que aún no hay pruebas que demuestren que Rusia haya influenciado las elecciones estadounidenses, insisten en culpar al país de ello.
"Las verdades duelen, a Trump no le gustará la verdad, y sin duda buscará destruir a aquellos individuos u organizaciones que dicen o hacen algo que él piensa que daña su preciosa grandiosidad”, recalcó Glenn Carle, un oficial e interrogador retirado de la CIA.
El Partido Republicano en el Congreso está actualmente en una complicada e incómoda posición; Por un lado el presidente electo es republicano y por otro este expresa la intención de mejorar las relaciones con Rusia, un adversario tradicional para ellos.
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