Un artículo publicado hoy miércoles por el diario británico revela cómo el reino árabe jugó con los precios del petróleo a nivel mundial para destruir la economía de su rival regional y socavar la poderosa posición del país persa en Oriente Medio.
Arabia Saudí, segundo país del mundo con mayores reservas probadas de petróleo por detrás de Venezuela, decidió a finales de 2015 incrementar la oferta de petróleo incrementando su producción. Como consecuencia, el mercado —en cuya demanda no había cambios significativos—, sufrió graves daños, provocando una fuerte y continua caída en el precio.
Parece que los saudíes están tratando con este juego político de lograr dos objetivos: el primero sería expulsar a los productores estadounidenses de petróleo de esquisto y consolidar el papel en el mercado petrolero mundial de los Estados árabes del Golfo Pérsico.
La producción de petróleo de esquisto es costosa —alrededor de 60 dólares el barril—, mientras que el costo del petróleo natural no es mayor de 7 dólares por barril. Arabia Saudí espera que la drástica disminución de los precios del petróleo, muy por debajo de los 60 dólares, haga que a los productores de esquisto estadounidenses no les resulte rentable perforar.
El segundo objetivo de Arabia Saudí era destruir la economía de Irán, sostiene el artículo.
Una alianza petrolera
Al parecer, después de algunas dudas y discusiones a principios de 2014, Arabia Saudí lanzó esta guerra de precios con el apoyo de EE.UU. Washington se beneficiaba también de este juego, ya que quería socavar la influencia de Rusia, dependiente del petróleo. Al parecer consideraba esto más importante que apoyar a sus productores de esquisto.
Sin embargo, esta estrategia de mantener bajo el precio del petróleo no ha destruido necesariamente las economías rusa ni iraní. Las naciones productoras de petróleo más afectadas se encuentran en Sudamérica y África, donde están sufriendo países petroleros como Libia, Angola y Nigeria, observa The Independent.
Pero el país más afectado de todos es Venezuela, el Estado más dependiente del petróleo del mundo. El oro negro representa el 96 por ciento de las exportaciones y más del 40 por ciento de los ingresos del país. Este sufre además una crisis política de origen económico, con una inflación que en la actualidad se sitúa por encima del 700 por ciento y un Producto Interno Bruto (PIB) más de un tercio por debajo de los niveles de 2013.
El resultado de la trama petrolera saudí-estadounidense no parece agradar a los dos aliados, ya que tanto Teherán como Moscú están reduciendo con velocidad su dependencia del petróleo.
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