El estudio, publicado por la Royal Society y citado este domingo por el portal infobae, investigó los hábitos de sueño de varios perros mientras estaban expuestos tanto a experiencias emocionales positivas como negativas antes de dormir, como por ejemplo, que en sus dueños les acariciaran o que algún desconocido intimidante se acercase a ellos.
Los resultados fueron muy llamativos. Los que tenían experiencias positivas lograban un sueño más profundo y prolongado, sin embargo, los que estaban estresados antes de dormir eran más propensos a despertarse y a permanecer más tiempo en la fase REM.
En esta fase el cerebro está muy activo, por tanto, es cuando soñamos y captamos gran cantidad de información de nuestro entorno. Por esto, los perros estresados dormían bastante peor.
Por lo general, los perros que habían tenido malas experiencias antes de ponerse a dormir conciliaban el sueño antes que otros perros, lo que los científicos dicen que es mucho más parecido a lo que nos sucede a los seres humanos. Es como que tras un día terrible lo único que quieren hacer las personas es desconectar, y para ello “apagan el interruptor” de su cuerpo.
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