El acorralado presidente de Brasil, Michel Temer, gana tiempo ante la denuncia de corrupción en su contra. La Comisión de Constitución y Justicia del Parlamento que apoyó la destitución por corrupción de su predecesora, Dilma Rousseff, ahora ha votado archivar el proceso judicial contra Temer, que amenaza su presidencia.
De inmediato se levantaron los gritos que piden la destitución de Temer. Y las denuncias de los diputados opositores. Pero el acusado se muestra tranquilo.
Ahora el pleno de 513 diputados tendrá que decidir, probablemente en agosto, sobre si enviar a la Corte Suprema la denuncia formulada por el fiscal general contra Temer, acusado de recibir un soborno de 150 mil dólares de la empresa brasileña JBS, la mayor procesadora de carne del mundo.
Pero por el lado opuesto, la corrupción también ensombrece. El expresidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva fue condenado a nueve años y medio de cárcel.
Lula ha denunciado la condena y reiterado su intención de presentarse a las elecciones presidenciales de 2018. Mientras, el pueblo, apoya en las calles a Lula y rechaza a Temer. El futuro de Brasil es incierto.
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