Un millar de muertos y más de un cuarto de millón de desplazados. Esto es la última estimación de las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de la violencia de las últimas dos semanas contra los musulmanes Rohingyas en Myanmar (Birmania).
El Ejército birmano y los extremistas budistas queman las casas de los rohingyas, disparan indiscriminadamente contra los civiles y les obligan a abandonar sus hogares.
La ONU dice que tiene planes para atender a necesidades urgentes de hasta 300 mil rohingyas que huyen de Myanmar a Bangladés hasta el final del año. Mientras, advierte de que la avalancha de refugiados rohingyas sigue sin cesar.
En respuesta a la brutal represión en Myanmar, se realizaron manifestaciones en diferentes países. Los manifestantes expresaron su solidaridad con los rohingyas. Condenaron la limpieza étnica que están cometiendo los militares birmanos.
Mientras criticaron el silencio de la comunidad internacional ante la matanza. Asimismo denunciaron la ayuda militar y la venta de armas al Gobierno birmano.
Los rohingyas no tienen derecho a la ciudadanía en Myanmar, pese a haber residido en el país durante generaciones. Desde hace décadas, han sufrido diferentes brotes de violencia por las autoridades birmanas.
En el último episodio del conflicto, el Ejército birmano y los extremistas budistas lanzaron una operación armada en respuesta a supuestos ataques a comisarías.
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