“Este es uno de los ejercicios más grandes realizados en Lituania desde que (en 2004) nos adherimos a la OTAN” —Organización del Tratado del Atlántico Norte—, declaró ayer a la agencia AFP en Vilnius el comandante de la fuerza terrestre lituana, el general de división Almantas Leika.
Este es uno de los ejercicios más grandes realizados en Lituania desde que (en 2004) nos adherimos a la OTAN", declaró el comandante de la fuerza terrestre lituana, el general de división Almantas Leika
Comentaba así Leika las últimas maniobras “Golpe de Sable” de la OTAN, recién iniciadas en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, con la participación de más de 6000 efectivos.
Las operaciones son presentadas como “respuesta” a un incremento en la actividad militar de Rusia, que el martes pasado lanzó una gran revisión inesperada del grado de preparación de sus tropas, movilizando a 12.000 efectivos y hasta 250 aviones de guerra, según el Ministerio de Defensa ruso, citado por la página especializada estadounidense Defense News.
A su vez, esa revisión respondía a las maniobras aéreas “Desafío Ártico”, comenzadas el mismo día en el norte de Noruega, Suecia y Finlandia con participación de los Ejércitos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Suiza y Holanda.
Para Desafío Ártico, que continuará hasta el viernes, las fuerzas occidentales han movilizado un centenar de aeronaves militares.
Esta escalada continúa en Rusia con el anuncio, ayer en Moscú, de 40 ejercicios “de grandes dimensiones” que se realizarán en las regiones rusas orientales, desde esta semana hasta el fin de noviembre.
La magnitud de esta movilización es “1,5 veces superior” a la del período anterior (de invierno boreal), según un comunicado distribuido por el Ministerio de Defensa ruso.
El Kremlin ha denunciado en numerosas ocasiones, en los últimos meses, el creciente despliegue militar estadounidense en Europa, que considera la mayor amenaza a su seguridad. Las Cancillerías occidentales con acusaciones de una supuesta implicación militar rusa en la crisis desatada en Ucrania por el derrocamiento del anterior presidente, Víktor Yanukóvich.
Las acusaciones, rechazadas de modo categórico por Moscú, han sido utilizadas también para justificar la imposición de “sanciones” antirrusas, en particular económicas, a las que Rusia ha respondido restringiendo la importación de productos agroalimentarios de países occidentales y, en los últimos días, prohibiendo la entrada en Rusia de personas de Europa occidental implicadas en actividades antirrusas.
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