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Publicada: domingo, 21 de diciembre de 2014 13:58
Actualizada: jueves, 10 de diciembre de 2015 9:15

Se despide el otoño y las sombras de la noche más larga del año se adueñan de un Irán cuya población velará hasta el alba. Los iraníes siguen celebrando el solsticio de invierno (21 de diciembre), en su idioma la noche de “Yalda”, “nacimiento” en un dialecto arameo. Es una antiquísima y arraigada tradición persa. Los iraníes llevan miles de años festejando la noche más larga y más oscura del año, el solsticio de invierno. Permanecen despiertos hasta el amanecer para que la ausencia del sol, la oscuridad y la frialdad de esta noche no se lleven la esperanza. Para los antiguos iraníes la oscuridad representaba el mal; y el solsticio hiemal, una noche infausta. Se reunían en torno al fuego en un intento por desterrar al demonio, comían fruta, pasaban felices la noche, en espera de un nuevo amanecer. El pueblo iraní, deseoso de preservar sus tradiciones, sigue celebrando el solsticio de invierno. Se reúnen familiares y amigos, comen -por costumbre- granadas y sandía, y leen poemas de Hafez, un gran y admirado poeta persa. La noche de “Yalda” comprende un área geográfica extensa que abarca Asia central y occidental. Se celebra en Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Azerbaiyán y Armenia. En el Hemisferio Sur, los pueblos quechuas, aymaras, kollas, rapanui y mapuches, con una economía agraria, celebran el año nuevo indicado por el solsticio de invierno (el 20 de junio) como una época de purificación y renovación: las fechas del solsticio de invierno y del solsticio de verano están invertidas en ambos hemisferios. También era una importante festividad, algo así como la navidad, entre romanos y celtas. De hecho, entre estos últimos la celebración del solsticio de invierno recibía el nombre de Júl o Yule, que designa el momento en que la rueda del año está en su momento más bajo, preparada para subir de nuevo. mss/nii/